El agua es un agente agresivo, seguramente el más agresivo de todos los que pueden interaccionar con las carreteras, incluyendo a los terremotos, que dañan y arruinan las estructuras, pero en general dejan indemnes los rellenos. A este respecto cabe recordar el dicho común entre los ingenieros portugueses, según los cuáles "el mejor inspector de obras es la lluvia intensa" o un dicho andaluz: “el agua tiene un pico muy fino”.
Por este motivo, el drenaje es uno de los aspectos capitales en el éxito o fracaso de una infraestructura. El sistema tiene que cumplir su misión con un dimensionamiento mínimo para evitar un excesivo incremento de la inversión inicial. Pero además deben diseñarse sistemas fáciles de mantener ya que un drenaje bien dimensionado pero mal mantenido será ineficaz.
En el caso concreto de las infraestructuras lineales, es obvio que este tipo de obras ejercen un efecto barrera al paso libre del agua. Por este motivo, se hace especialmente importante en este caso disponer de un sistema de drenaje transversal eficaz y bien dimensionado que limite los daños a la propia obra, al entorno y a los usuarios de la propia obra lineal.